Esta noche soñé que me operaban. Tenía un tumor y tú me abrías el pecho para sacármelo, pero yo no sabía qué era exactamente.
Después me dejabas en la mesa de operaciones… sola, hasta que llegaba un médico que me cerraba el corte que habías practicado con el bisturí. Y me examinaban y me dijeron que estaba embarazada de 7 meses… y yo era feliz porque íbamos a tener un hijo, tuyo y mío.
Pero me desperté. Y a medida que fue avanzando la mañana comencé a notarme hueca y me di cuenta de qué era lo que me habías quitado cuando me abriste.
Los síntomas eran claros: notaba una herida en el pecho, un hueco que amenazaba con extenderse y convertirme a mí en hueco. Tenía los límites indefinidos, a veces era enorme y otras era pequeño, como un puño, pero nunca menor. Notaba cómo mi corazón no se movía, se había parado en medio del agujero, siempre en medio…
Y me di cuenta de que no lo tenía, de que esta noche me lo habías quitado, que el hijo que en mis sueños iba a tener no tendría padre porque habías huido de mi vida, quitándome también la mía.
Y entonces me eché a llorar, gritando para intentar despertarme de un sueño que no era tal, para huir de mi realidad y volver al sueño en el que me salvabas la vida abriéndome el pecho y teníamos un hijo, el sueño en el que nunca me abandonabas y yo no tenía un hueco en el pecho porque allí estabas tú, y no te habías llevado mi corazón…