martes, julio 11, 2006

Paseos

Mi alma se desgarra cuando pienso en ti. A medida que avanza el día crecen mis esperanzas de que hoy sea el día, que hoy te des cuenta de que quieres estar conmigo, de que quieres intentarlo otra vez...
Antes paseaba y pensaba en lo feliz que era. Me gustaba sentir el aire golpeando mi cara, mis brazos... me imaginaba que eran tus manos acariciándome. Y ahora... ahora no corre el viento y no puedo pensar en tus manos. Son terreno prohibido para mí.
Cada día intento levantarme sin tener esa esperanza en la mirada, primero un pie, luego el otro... Pero, cuando me quiero dar cuenta, ya ilumina mi cara esa sonrisa tonta de "Estoy enamorada... y voy a verle" que no debería tener.
¿Podré soportar así hasta septiembre? Se admiten consejos, palabras de ánimo... lo que sea ;)
Pero parece que, al final, sí que había sido todo un sueño...

jueves, julio 06, 2006

Cambios

Hoy paseé por la ciudad y todo me recordaba a ti. Me llevaban por los lugares más representativos de estos meses, pero ahora ya sin ti. Y no consigo entender por qué. Igual que tú, no sé cómo hemos dejado que se nos fuera de las manos y llegara a esto. La ciudad entera parecía una metáfora de nuestra situación...
Me llevaron por todo el centro, donde más recuerdos tuyos tengo. Y no puedo culpar a quien lo hizo, sino que se lo agradezco desde el fondo de mi alma, ya que fue la despedida que tú y yo le debíamos a la ciudad. Fue mi forma de decirle a cada edificio, cada esquina, cada recóndito rincón que ya no estábamos juntos, que pasaría mucho tiempo antes de que volviera a vernos juntos, abrazados y riendo por la calle.
Recordé esos días, justo al empezar el año, en que quedábamos tarde porque iban a empezar los exámenes y querías aprovechar la tarde al máximo. Siempre te esperaba en el mismo sitio, junto a la Bola del Mundo, viéndola girar y girar incansablemente. Hoy, sin embargo, la bola estaba quieta. No salía el agua de la fuente y toda la plaza estaba cubierta por un polvo blanquecino que le daba aspecto de una película del oeste. De hecho, incluso me pareció verme transportada a un mundo en colores sepia, como si fuera una fotografía. No me habría extrañado nada ver aparecer entonces un coche de caballos, pero no pasó ninguno.
Estuve toda la tarde llorando, pensando en la situación, en cómo habíamos llegado hasta allí. "Si dos personas se quieren, se quieren de verdad, ¿cuándo llega el momento de decir 'se acabó'? Nunca..." pero para nosotros sí que llegó, ¿no?
Y aquí estoy, llorando y esperando despertar de esta pesadilla... Qué curioso que nos cueste tan poco despertar de los sueños bonitos y tanto de los que no nos gustan...

¿A que no te atreves?

Todo empezó con una leve insinuación y un par de provocativos "¿A que no te atreves?" en un viaje cualquiera en el coche. Conducía él y era de noche. Llovía con una intensidad que variaba de un par de gotas a un chaparrón en escasos segundos, de modo que, perdido el último autobús tras haber ido a visitarle, se había ofrecido a llevarme a casa.

Ambos lo habíamos pensado ya. Quizá caminando bajo la lluvia o en noches de sueños eróticos la bombilla se había iluminado igual que los faros del coche al arrancar.

Todo fue muy sugerente "No te imaginas las ganas que tengo..." "Conozco una explanada en la que no nos vería nadie..." Todo esto a medio camino ya, y mi hermano esperándome desde hacía más de un cuarto de hora. "¿A que no te atreves?" Soltó la mano derecha del volante. "¿Que no? Vas a ver tú ahora..." y metió su mano bajo mi camiseta.

Dio la vuelta en cuanto pudo. En ese momento llovía torrencialmente. Pillábamos gran parte de los semáforos en rojo, lo que sólo contribuía a aumentar nuestro deseo, nuestro ansia de tocar y sentir plenamente al otro.

Por fin llegamos a la explanada. Cuando giró las llaves del coche para pararlo yo ya me había instalado en los asientos de atrás. Vino hacia mí, la mirada lujuriosa, como la mía, y empezamos a besarnos allí, bajo la sugerente lluvia. Ambos teníamos la fantasía de hacerlo en el agua: un jacuzzi, una piscina... pero aquel era el momento perfecto. Ninguno había pensado en un coche durante la tormenta. Y sin embargo, allí estábamos. Yo, desnuda sobre él, con un ansia infinita de sentirle en mi interior. Recordé una escena de una película, Las edades de Lulú: "soy plenamente feliz cuando tengo tu leche dentro". Yo tomaba la píldora, así que podía permitirme el mismo lujo.

Y ya no había más que decir. Yo me movía, él gemía entre mis piernas y yo jadeaba. Hacía calor, o quizá éramos nosotros. Las gotas de lluvia caían sobre el cristal en el que yo apoyaba los dedos. Una y otra vez, me recorría el cosquilleo previo al orgasmo. Notaba su miembro contraerse, como hacía siempre que estaba a punto de correrse. "Sí..." ahora éramos ambos los que gritábamos. El coche se movía a mi ritmo. Y entonces no pude más. Tras aquella oleada de sensaciones, tras un mareo que me hizo perder el sentido, me quedé quieta, sobre él, y de nuevo nos acariciamos.

"Tu hermano nos espera..." y además mis padres me estaban llamando al móvil...

"Has estado increíble." "Te quiero." Y ya era feliz, no necesitaba nada más.

martes, julio 04, 2006

El sapo


No, realmente aquel mundo no estaba hecho para él. Y eso era algo que su corazón no podía soportar. Por eso lloraba, allí, entonces, entre mis brazos. Por una sociedad culpable, como siempre, de tener prejuicios. Una sociedad que yo apenas empezaba a vislumbrar y era para él una realidad asfixiante. Y la odié en aquel instante. Odié lo que le había convertido en aquello, en una antaño gran montaña que ahora se derrumbaba por su propio peso. Y la culpa, como siempre, de las palabras...


Reflexionaba estas palabras sobre la cama, mirando a su madre y pensando en ella como en un enorme sapo. Para empezar, la piel que colgaba bajo su barbilla, justo en su garganta guardaba un gran parecido con el saco que dichos animales tienen. También iba de verde... El caso es que en aquel momento, la bola de grasa que ocupaba su silla le pareció repugnante. No sabía por qué. Quizá se debiera a la indiferencia que su familia había mostrado por ella aquella tarde. Quizá sólo seguía consciente por él, porque sabía que a él sí que le importaba lo que le pasara... Fue ese pensamiento lo que le hizo desistir de su idea. Eso y el hecho de que no la sostuvieran las piernas: el acto de donar sangre no era nuevo para ella, pero, quizá debido al calor, aquel día estaba siendo fatídico. Después de comer se había sentido mareada y se había acostado. Hasta ahí, bien.
Una hora después, sus padres, tras descubrir que tenía la tensión por los suelos (7-3) se habían marchado de rebajas, abandonándola a su suerte y sin mostrar ninguna preocupación por su estado. Después de aquello, se había sentido mucho peor. Le dieron náuseas y acabó en el baño, con miedo de abrirse la cabeza contra el retrete en un momento en que le fallaran las fuerzas. Permaneció allí, sentada y temblando, con miedo, un buen rato. Después, consiguió levantarse otra vez y volver a su cama.
Fue entonces cuando pensó en hacerlo. En su estado, con una pastillita habría bastado. Tenía el pulso lo suficientemente débil para no tener que hacer muchos esfuerzos. Y una no le daba miedo, las había tomado frecuentemente... Lo que pasara, dependería del destino... Pero entonces su cara apareció ante ella. No quiso causarle más dolor del que él ya sentía, así que se limitó a quedarse en la cama, esperando, sólo esperando...
Su madre y su hermano volvieron tres horas después de su marcha. Lo primero que hizo la madre, a la que ahora contemplaba como al gran sapo, fue sentarse frente al ordenador y empezar a jugar al solitario... sin siquiera percatarse del vómito que empapaba su camiseta... Sólo una observación: "Huy, qué mal huele esta habitación, ¿no?" justo antes de un sonoro croar...

domingo, julio 02, 2006

6 meses

"¿Sabes qué? Últimamente, cada vez que te abrazo me cuesta más no besarte, así que, a lo mejor, la próxima vez no me contengo."
Estaba tumbada en la cama recordando aquel momento que había tenido lugar justamente seis meses atrás: el 1 de enero de 2006 a las 3:15 de la mañana, el momento en que comenzó la Era Oli, la época más feliz de su vida.
Ambos habían llegado allí vacíos, buscando algo que, quizá, no supieran definir con certeza. Pero, aún así, lo sentían. Sus corazones latían al unísono aquella noche, tal como ella había soñado, tal como hicieron muchas noches después. Pero en sus sueños no había sido tan maravilloso como lo fue entonces, cuando por fin lo tuvo entre sus brazos. La sensación que tuvo entonces, una mezcla entre frío, calor y una infinita felicidad, no era comparable a ninguna otra que hubiera experimentado con anterioridad.
Cuando acabó la noche, ella tenía miedo. Miedo de haberse quedado dormida de nuevo y despertar de aquel sueño maravilloso que quería convertir en una eterna realidad. Quiso detener el tiempo en su sombrero, como si fuera un mago, pero uno distinto a los que se limitan a sacar un conejo de la chistera, y tuvo miedo de no poder hacerlo, de no saber. Tuvo miedo de una despedida que no fue más que la primera vez que él le dijo "Te quiero" mirándola a los ojos y sintiendo el mismo tipo de amor que ella le profesaba.
Y ahora tenía miedo de que no hubieran pasado seis meses. ¿Y si alguna sustancia la hubiera sumido en una especie de letargo en el que llevara dormida todo este tiempo, soñando que era suya mientras que él en realidad no se había dado cuenta de su desaparición siquiera?
(Continuará...)

domingo, junio 18, 2006

Chorrada

Robado de El Chico Gris:

Coge el mes en que naciste

Enero: Bailé con
Febrero: Amé a
Marzo: Me acosté
Abril: Jugué con
Mayo: Le arreé una patada a
Junio: Quise casarme con
Julio: Le canté el Aserejé a
Agosto: Tuve una cena romántica con
Septiembre: Me lanzé salvajemente sobre
Octubre: Insulté a
Noviembre: Le grité a
Diciembre: Me alejé corriendo de

Ahora coge el día que naciste

1 : Un clip
2 : Un monstruo
3 : Un teléfono
4 : Un tenedor
5 : Un mafioso
6 : Un japonés
7 : Un caballo
8 : Tu padre
9 : El novio de mi mejor amiga
10: Una ardilla
11: Un mP3
12: Un pepino
13: Jose María Aznar
14: Un animal de peluche
15: Una gaviota
16: Una lechuga
17: Tu madre
18: Una web cam
19: Tu colonia preferida
20: Un jugador de futbol
21: Tu pareja
22: Un bombero
23: Un bebe
24: Mi vecino
25: Un bate de beisbol
26: Un cubo de basura
27: Un DVD
28: Mi profesor más odiado
29: Un rotulador permanente
30: Un libro de Harry Potter
31: Un árbol en un parque lleno de niños

Y por último el color de la camiseta que llevas ahora mismo

Blanco: Porque tengo cierto retraso mental
Negro: Porque le quiero
Rosa: Porque NO soy gay/lesbiana
Rojo: Porque unas voces me dijeron que lo hiciese
Azul: Porque soy sexy sexy sexy, y hago lo que me da la gana
Verde: Porque me odio a mi mism@
Violeta: Porque tu olor corporal me obligó
Gris: Porque soy gay/lesbiana
Amarillo: Porque alguien me dijo que lo hiciese a cambio de sexo
Naranja: Porque el cielo es azul
Otros: Porque así soy yo

La mía es:

Amé a un bebé porque me odio a mí misma.

¿Cual es la vuestra?

martes, mayo 09, 2006

Desnudo



Hoy intento buscar palabras que quieren salir de mi boca pero, a la vez, se resisten. Intento desnudar mis sentimientos por una vez. Quiero que me creas cuando te digo que me importas, que eres lo más importante para mí, que me muero cada vez que discutimos, cada vez que me miras (o no me miras) con esa carita triste que me dice que, otra vez que desgraciadamente no será la última, te he decepcionado.
Y dices que no me importas y que si es así no lo demuestro. Jo, pues puede que no lo demuestre, pero lo siento de verdad, igual que siento que no me creas cuando te lo digo, cuando te digo que eres lo que más quiero en este mundo, lo más importante. Y si no lo demuestro no es por mi orgullo, en eso te equivocaste, y tampoco es mi orgullo el que me hace callar, quedándome con cara de tonta, de tonta enamorada, cuando me miras enfadado. Callo porque no puedo hablar, porque las palabras se ahogan en mi garganta. Palabras y más palabras que antes o después se llevará el viento. Por eso lo escribo, para que aquí quede constancia, cielo. Constancia de cuánto te quiero, y delante de un montón de testigos. Puede que no lo demuestre como debería, eso no te lo niego, pero lo siento de verdad.
No fue mi orgullo el que esta mañana me impedía hablar, no fue él quien me ahogaba un "perdóname": fue el miedo. El mismo miedo que sentí cuando dijiste, en la puerta de los ordenadores, que no te importaba. El mismo miedo que me hizo correr gritando que no, que no me importaba en absoluto, y que todo a la mierda. Tenía miedo de que fueras tú quien dijera esas palabras, que dijeras que no merecía la pena y que "este es el fin".
Ahora; puede que sea justo ahora cuando me trago el orgullo y te ofrezco mi corazón, que ya era tuyo, pero no lo creías. Lo tengo en el puño, esperando a que decidas qué hacer con él. Te lo vuelvo a ofrecer, elige. Puedes cogerlo y tirarlo a la basura, o arroparlo en tu pecho, justo al ladito del tuyo, y hacerme la mujer más feliz del mundo, hacerme llorar de nuevo, pero esta vez de felicidad: llorar como hace tiempo que no lo hago.
Te lo iba a decir todo por email, pero pensé que probablemente era mejor dejarlo aquí, como una demostración pública. Lo siento si no ha cumplido su cometido. Intentaré por última vez que sonrías hoy con un pequeño regalito:


Y, mientras, seguiré buscando a mi patito...

Te quiero...

viernes, abril 28, 2006

Mi abuelo

Hace tan sólo un par de meses se murió la abuela de una amiga mía, una amiga que no dudó en venir a mí cada vez que necesitaba consuelo durante el corto tiempo que aquella mujer sobrevivió al cáncer.
Hoy es mi abuelo el que se muere, y yo no puedo acudir a ella porque ya he llorado bastante y ella y yo sabemos que "no es buena animando" ;) (ya sabes que lo digo con cariño, tontita, no te me ofendas".
Ayer me pasé toda la mañana pensando en qué escribir ahora. Tenía un texto en mente precioso, o eso me parecía a mí, pero esta noche lo olvidé entero, y no me quedan más palabras que varios "No, por favor..."
Ni siquiera sé cómo está ahora. Este miércoles le dieron, por fin, morfina y aquella noche empeoró mucho. Hoy es viernes y mis padres fueron a Oviedo, donde está ingresado, ayer. Mi hermano y yo vamos hoy en autobús.
Nunca estuve muy apegada a él, todo hay que decirlo, pero, aún así, era (mejor dicho, es, mi abuelo. Y no me vale que me digan que "va a estar en otro sitio mucho mejor", porque yo no soy creyente. ¿Dónde va a estar mejor que en su casa, con su hija que tan mal lo está pasando ahora? ¿Cómo podría creer si veo todo el sufrimiento que hay a mi alrededor?
No puedo seguir escribiendo. Sólo tres palabras: NO, POR FAVOR.............

martes, abril 25, 2006

Me basta así, Ángel González

Bueno, pues para rematar el día os dejo esta joyita que descubrí gracias a alguien muy especial, cuyo nombre no mencionaré para no despertar envidias xD, en una interesantíiisima y entretenida clase de PAM (Programación de Aplicaciones Multimedia, sé que suena apasionante, pero realmente NO lo es... espero que hayáis captado la ironía de la frase anterior).
Va para ti ;-)

Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría
un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
-de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso-;
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaentonces,

si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día,
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo, mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando -luego- callas...
(Escucho tu silencio.
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaOigo
constelaciones: existes.
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaCreo en ti.
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaEres.
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaMe basta.)

Queda prohibido, de Alfredo Cuervo Barrero

Aquí tenéis un bonito poema, atribuido a Pablo Neruda, pero surgido de la pluma de Alfredo Cuervo Barrero. Luego copio otro.

Queda prohibido llorar sin aprender,
levantarte un DÍA sin saber que hacer,
tener miedo a tus recuerdos.

Queda prohibido no sonreír a los problemas,
no luchar por lo que quieres,
abandonarlo todo por miedo,
no convertir en realidad tus sueños.

Queda prohibido no demostrar tu amor,
hacer que alguien pague tus deudas y mal humor.

Queda prohibido dejar a tus amigos,
no intentar comprender lo que vivieron juntos,
llamarles solo cuando los necesitas.

Queda prohibido no ser tú ante la gente,
fingir ante las personas que no te importan,
hacerte el gracioso con tal de que te recuerden,
olvidar a toda la gente que te quiere.

Queda prohibido no hacer las cosas por ti mismo,
no creer en Dios y hacer tu destino,
tener miedo a la vida y a sus compromisos,
no vivir cada DÍA como si fuera un último suspiro.

Queda prohibido echar a alguien de menos sin alegrarte,
olvidar sus ojos, su risa, todo,
porque sus caminos han dejado de abrazarse,
olvidar su pasado y pagarlo con su presente.

Queda prohibido no intentar comprender a las personas,
pensar que sus vidas valen mas que la tuya,
no saber que cada uno tiene su camino y su dicha.

Queda prohibido no crear tu historia,
dejar de dar las gracias a Dios por tu vida,
no tener un momento para la gente que te necesita,
no comprender que lo que la vida te da, también te lo quita.

Queda prohibido no buscar tu felicidad,
no vivir tu vida con una actitud positiva,
no pensar en que podemos ser mejores,
no sentir que sin ti este mundo no seria igual.

Héroe

Cuanto más lo pisaban, más luchaba por salir de allí, por mostrarle al mundo su verdadera fortaleza y, por fin, revelarse tal cual era, sin fingimientos ni un pasado vergonzoso que ocultar.
Era ahí, en ese deseo, donde residía su auténtico poder, su valor, aunque en aquel momento nadie le diera importancia: no era más que otro, un número sin identificación que nadie tenía en cuenta. De hecho, había muy pocos que se habían dado cuenta de su potencial y, orgullosa, he de decir que yo me encontraba entre ellos: era con nosotros con quienes se mostraba más cariñoso; éramos los únicos que podíamos verle tal cual era, "sin conservantes ni colorantes" como solíamos decir: éramos su familia. Pero, a la hora de la verdad, la única que conocía toda su historia, aquel pasado que aún le seguía atormentando en sueños, era Xana. Sólo tenía ojos para ella, aunque en ocasiones fueran ojos llenos de temor, de miedo a que hablara y le descubriera frente al resto. Literalmente, se hallaba en sus manos, a su merced; de ella dependían su salvación o su perdición. Así, si alguna vez tuvo una amiga, esa fue ella, aunque a la vez fuera su mayor enemiga. Los demás podíamos sentirnos felices con entrar en la categoría de "camaradas", "compañeros", "hermanos"... y un largo etcétera que no merece la pena recordar.
Xana y él hacían, hay que reconocerlo, una pareja encantadora. Se aferraban el uno al otro como si no hubiera nada ni nadie más en el mundo, eran sus respectivos salvavidas y, realmente, no necesitaban más.
Ninguno de nosotros supo nunca lo que había pasado, ni siquiera cuando hicieron una triunfal e inolvidable reaparición en nuestras vidas, como si sólo hubiera transucrrido un día de su huida y no dos años. Entraron en el local, ambos desfallecidos, ambos demacrados y, como pudimos observar inmediatamente, diferentes. El brillo de los ojos de él se había extinguido y, si tengo que describir la expresión de Xana con una sola palabra, diría que era cruel. Una sonrisa maligna se asomaba a su rostro, una mueca retorcida, traidora...
Nadie cubrió su cuerpo cuando ella le disparó. Simplemente, no podíamos dar crédito a lo que veíamos. Cayó, lenta pero inexorablemente, sobre un suelo que llevaba meses sin fregarse, con un tiro en la cabeza. No tenía remedio. Ella fue la primera en llorar, el resto estábamos demasiado conmocionadoes tanto por la aparición como por los hechos que habían tenido lubar allí mismo, en nuestras propias narices, en menos de un minuto.
Xana se tiró sobre él y ese fue el único momento en que pudimos reconocer un atisbo de aquella mirada que antes había cautivado a tantos. No conseguimos entender ni una sola palabra de lo que dijo, pero su voz, entrecortada por el llanto, estaba llena de dolor.
Nadie dijo nada cuando volvió a coger la pistola y se metió el cañón en la boca, mirándonos con ojos desorbitados. Una mirada que reflejaba tanto miedo como provocaba. Segundos después, cuando nos abalanzamos sobre ella para evitar lo inevitable, también se desplomó su cuerpo, al lado del de nuestro héroe. De aquel que, sin que entonces lo supiéramos, nos había salvado de nosotros mismos.
Quién sabe, puede que retome la novela de los mafiosos...

viernes, abril 21, 2006

Quizá...

Se me han quejado porque llevo mucho tiempo sin escribir nada... Realmente no ando muy inspirada, pero voy a intentarlo "a pelo", que no se diga...

Cayó al recibir el impacto de la piedra en el cráneo. Una piedra que no había visto venir, aunque a lo largo de toda su vida hubiera estado preparada para evitarla. ¿De quién era la culpa? ¿Suya? No... lo único que había hecho fue enamorarse, y eso no era ningún error... ¿o sí? ¿Acaso aquel chico no le convenía? Eso decían todos... pero no estaba muy claro que fuera verdad. Después de todo, lo importante era que se hicieran felices el uno al otro, que lo pasaran bien juntos, y aquello sí que lo habían conseguido.
Quizá por eso no entendía ahora a qué venía todo aquello. Por qué, sin más, ahora le hacía todo aquel daño, por qué la dejaba tirada allí, inmóvil y sin apenas poder ver lo que ocurría al otro lado del velo que cubría sus ojos verdes, por qué seguía habiendo gente así, y, sobre todo, por qué le había tocado a ella... Aunque eso era algo que todas las mujeres que lo sufrían se preguntaban. ¿Qué habían hecho mal? Quizá nada, quizá sólo fuera una piedra destinada a causar daño, pero no a herir; quizá aquel que la dejaba a su espalda lo había tenido planeado desde el principio, todo podía ser...
Y entonces venía la otra pregunta, la que todas se hacían antes o después: ¿lo habían visto venir? Quizá sí, aunque inconscientemente. ¿Y por qué no habían huido cuando estaban a tiempo? En esto, todas coincidían, al menos en dos aspectos: el primero, como siempre, el amor; el segundo, la esperanza de que aquel hombre amado pudiera cambiar antes o después. Y, mientras tanto, lo soportaban callando... disimulando heridas que, aunque no fueran físicas (o al menos no todas ellas), las envenenaban lentamente, acabando por matarlas.
¿Por qué no se había hecho la otra pregunta? La de "¿cuántos eran como él y han conseguido cambiar?" ¿Por qué no había huido? ¿Por qué...? Quizá... Pero todo son conjeturas. Quizá estaba destinada a no descubrirlo nunca...
Al día siguiente, llantos, ambulancias, sirenas de policía buscando a aquel hombre, a uno más para ellos, pero ÉL para los vecinos, para todos los familiares y amigos que, en un barrio olvidado del mundo, juraban venganza a través de una pantalla de televisión.
"Estés donde estés... prepárate."
Bueno, pues ahí queda. Creo que de momento no lo voy a releer, ya me arrepentiré mañana. ¡Buenas noches!

martes, abril 11, 2006

Ser peregrino - Joyce Cary

Bueno, pues este es un fragmento del libro "Ser peregrino" de Joyce Cary (Irlanda, 1888-1957).
Lo encontré en una dirección que visito bastante a menudo: El poder de la palabra, http://www.epdlp.com Os la recomiendo, tiene mucha información sobre literatura, música, arquitectura y arte en general. Yo voy a ver si consigo el libro, que me ha picado la curiosidad.
Lo cierto es que la vida es dura y peligrosa: que aquel que persigue su propia felicidad, no la alcanza; que el débil ha de sufrir; que quien solicita amor se verá decepcionado; que el glotón no quedará saciado; que quien busca la paz, encuentra la guerra; que la verdad es sólo para los valerosos; que la dicha es sólo para aquel que no teme la soledad; que la vida es sólo para aquel que no teme la muerte.

domingo, abril 09, 2006

Soledad

Lamento informar que el texto de hoy no tendrá ningún valor literario, simplemente necesito escribir algo y dejarlo aquí para que alguien lo lea.
Es sábado por la noche y estoy en casa tirada... Lo siento, Winnie, te dije que me dolía la cabeza, pero realmente estaba bien. Sólo que... yo qué sé, simplemente quería y no quería salir a la vez, ya sabes, me contradigo yo solita.
Me he pasado un montón de horas tumbada en el sofá, viendo la televisión, que por cierto, no hay nada! (era una breve aclaración por si alguien no lo sabía), así que finalmente he optado por ver una película que grabé el otro día: Tomates verdes fritos. Tenía muchas ganas de verla porque en la academia nos la pusieron en inglés el año pasado, pero yo falté el primer día y me perdí la mitad, así que ya me iba tocando... La verdad es que me ha gustado mucho, pero creo que me quedo con la duda de ¿¿La vieja era Idgie?? (Eso es lo que pensé al ver la peli en la academia, pero ahora lo veo más claro) Para empezar, la gordita esta que sale todo el rato y va a visitarla la llama Ninny, y de hecho en los créditos le ponen ese nombre, pero... quién sabe... ¿Alguien más ha visto esa película?
Mientras tanto, mi niño andará por ahí, de fiesta con los amigos del pueblo... ¡¡Si es que yo también tendría que haber salido!! Joooo... Ahora me siento más tonta... Si vuelvo a quedarme un día en casa en las mismas circunstancias, por favor, que alguien venga a sacarme porque corro el riesgo de deprimirme como ahora mismo. De hecho, voy a apagar el móvil porque no aguanto más los toques, me hacen pensar que ahora estará (y en general, estaréis todos) pasándoselo genial, seguro que bailando y echándose unas risas con la gente y la rubia en la mano... Y espero que "la rubia" sea la cerveza y no una chica... porque de lo contrario la vida de más de uno corre peligro.
Ya que estoy por aquí, os cuento lo que he estado haciendo últimamente: Ahora me ha dado por escribir una novela corta, de unas 50 páginas como máximo (que para mí ya es todo un reto, no os vayáis a creer...) y, debido a una especie de desafío, va a ser ligeramente (bastante) picante... En principio, no es más que la historia de una pareja que viaja a la playa en vacaciones, y claro, ya se sabe que con esas temperaturas y la humedad que lleva el aire... En fin, ya os iré contando qué tal sale.
Y hoy he hecho un bizcocho de chocolate!! (A ver si así doy envidia a alguien y dejáis de compadecerme por estar en casa a la 1.15 de la madrugada del sábado al domingo) Por cierto, me ha salido buenísimo (raro para ser el primero que hago, aunque mi especialidad siempre han sido los postres), quien no se lo crea que pregunte a mi hermano, que se lo he tenido que quitar porque si no el régimen luego me lo tengo que chupar yo también...
De momento, esto es todo. Me voy a la cama a escribir un ratillo. A ver si alguien más se anima a dejar un saludito y así sé que os habéis enterado de esta nueva dirección.
Pronto, más y mejor ;)

lunes, marzo 27, 2006

La habitación

Todavía no sé por qué volví. Había algo en aquella habitación que me llamaba insistentemente, de modo que finalmente la curiosidad me pudo y así el picaporte con mi mano derecha.
Aquella puerta despertaba en mí sentimientos contradictorios, pero de igual magnitud: por un lado, tenía la imperiosa necesidad de abrirla y ver el interior de la habitación; por otro, un impulso desconocido me exhortaba a salir de allí corriendo, a sacar la llave que ya había introducido en la cerradura y tirarla para no poder volver jamás.
Era una habitación extraña, con vida propia como ya había tenido ocasión de comprobar en visitas anteriores, y siempre me había parecido un lugar “especial”. Las paredes, de color rojo sangre, parecían contraerse y dilatarse rítmicamente, siempre al compás de mi respiración. Era un sitio sobrecogedor, o al menos ese era el recuerdo de mi última visita, cuando ella me había plantado definitivamente.
Había intentado entonces entrar, pero la puerta, al abrirse, no me mostró el consuelo que necesitaba, sino tan sólo dolor: mi corazón lloraba y ríos de agua caían desde el techo por las paredes, destiñéndolas y dando la macabra impresión de que torrentes de sangre inundaban la entonces angosta habitación.
Las ventanas estaban cerradas y el lugar olía a humedad. En la pared opuesta a mí, un espejo enorme me había devuelto mi propia imagen deformada, aumentando mi cabeza de forma grotesca y mostrándome la cara de una bestia, de un ser amenazador y de mirada penetrante que parecía querer salir del espejo y correr hacia mí. Tragué saliva, paralizado por el miedo y sin poder apartar los ojos de aquella escena. Deseé que aquel monstruo lograra escapar y devorarme. Caí de rodillas sobre el primer escalón y perdí el conocimiento hasta que alguien me recogió.
Aquello había ocurrido varios meses antes, y desde entonces no había vuelto a verla, pero la llave de la habitación, que había permanecido en mi bolsillo todo el tiempo, parecía haber cobrado vida propia y podía cambiar de forma y peso a capricho, haciéndose en ocasiones imposible de llevar. Asimismo, a veces, al tocarla, la había notado moverse en mi mano como si palpitara, igual que la propia habitación. Y esta era una de esas ocasiones: con el pasado a mi espalda, me sentía con fuerza suficiente para volver a aquel lugar que, a fin de cuentas, era parte de mí.
Por fin logré abrir la puerta. No quise mirar al espejo inmediatamente; preferí observar antes el resto de la habitación. Las paredes, que la última vez me habían parecido opresoras, parecían haberse aclarado ligeramente, o quizá fuera sólo un truco, un engaño producido por la luz que ahora entraba a raudales por una ventana abierta. El lugar estaba seco, y las sillas y sofás que la última vez alguien había retirado estaban colocados de nuevo en su sitio.
Bajé los dos escalones y entré respirando el aire puro. Ya en el centro de la habitación di una vuelta completa para tener una perspectiva de la misma. Y allí, en un rincón, seguía ella. La mujer a la que más había amado en toda mi vida permanecía acurrucada en una de las esquinas de la habitación como una niña, tratando de pasar inadvertida.
—¿Por qué sigues aquí?
—Eso deberías saberlo tú —me contestó con su dulce voz.
—He vuelto… —y entonces lo comprendí— para que te vayas. Tienes la puerta abierta, sal ahora.
Sonrió.
—Sabía que lo comprenderías —dijo, levantándose y mostrando su cuerpo desnudo, el mismo que yo había deseado tantas veces con anterioridad.— ¿Sabes? Me preguntaba cuánto tardarías en volver. Al fin y al cabo, nunca tuvimos un beso de despedida…
—Así que se trataba de eso…
Se acercó a mí, moviendo provocativamente las caderas a medida que caminaba con los brazos extendidos.
Me gustaría poder decir que le negué aquel beso, pero no fui lo suficientemente fuerte. Después de todo, si ella seguía allí era porque no la había olvidado.
Rodeó mi cuello y apretó su cuerpo contra el mío, haciendo que notara su forma de mujer. Colocó mis manos en torno a su cintura y se acercó aún más a mi cara con la boca entreabierta, metiendo finalmente su lengua húmeda y cálida entre mis labios. Como tantas otras veces similares, me pareció estar en el cielo y respondí a sus insinuaciones con toda la fuerza que tenía acumulada.
Tenerla allí, de nuevo, entre mis brazos, me hizo volver a la realidad. Suavemente, la aparté. Estaba llorando.
—No me eches, por favor.
Y entonces comprendí que no era más que una farsa, una forma de mantenerme encadenado a ella.
—Esta vez lo haré. Tienes que irte, tu tiempo aquí se ha agotado.
No opuso resistencia. Se fue con la cabeza gacha, y entonces la habitación pareció llenarse aún más de luz.
Finalmente, me giré hacia el espejo y caminé en su dirección. Ahora sí me devolvió mi imagen y, por primera vez en mucho tiempo, estaba sonriendo.
Salí feliz de aquel lugar y esta vez no cerré la puerta; no quería seguir ocultando mis sentimientos al mundo, sino dejarlos allí, a la vista de todos, de modo que cualquiera pudiera verlos, visitar mi corazón y ver mi alma liberada por medio de aquel espejo.

26/III/2006

martes, febrero 28, 2006

Unión

Un sitio oscuro o tenuemente iluminado por focos que pretenden moverse al ritmo de la música. Canciones que suenan en la atmósfera a través de viejos altavoces de calidad aceptable. Sudor frente a los focos; sudor y deseo en un cuerpo con cuatro brazos y cuatro piernas entrelazadas. Cuatro ojos que dicen lo que las bocas no se atreven a expresar. Se hacen bromas mientras se acarician mutuamente, aumentando el grado del deseo hasta que llega el momento cumbre, el del "todo o nada", y nada pasa. Siguen igual: tocando, acariciando, besando incansablemente cada centímetro accesible de piel. Más bromas disfrazando una realidad: que ambos lo desean, algo que no pueden tener pero dibujan en su mente como un oscuro secreto inconfesable. Ambos callan y se observan. Miradas provocativas, lenguas que otra vez se buscan, y de nuevo, es un solo cuerpo doble, perfectamente compenetrado, en el que dos corazones acelerados laten al unísono, tan perfecta es la unión...

Inauguración

Bueno, pues si a ver si es verdad que a la tercera la vencida... Este es mi tercer blog ya, y espero que el definitivo.
¿Los motivos para la mudanza? Pues... que "alguien" me cohibía... en fin, hay cosas que una prefiere que su madre no lea, y la mía descubrió mi blog, así que no podía escribir igual que antes, con la misma libertad, y puede que me déis la razón, si es que aún no lo véis suficientemente claro, cuando leáis el primer texto que voy a poner... La verdad es que tengo unos cuantos en lista de espera para ser publicados, y ¡quién sabe! puede que rescate alguno antiguo o que incluso los copie todos aquí... ¡Tiempo al tiempo!
Pues, como siempre he dicho, ¡¡Bienvenidos a mi rincón!!