martes, mayo 07, 2013

"Móntame una escena" - Mayo 2013

Me giré al escuchar sus pasos. Sonreí, recordando el día que le dije que su andar tenía una cadencia definida, distinta del resto. Justo antes de girarme pensaba en qué llevaría hoy. Quizá el vestido rojo que tanto resaltaba su figura y, en ese caso, se habría puesto el pañuelo que le había regalado en nuestro aniversario, unos meses antes. Me gustaba imaginarlo porque, cuando abría los ojos y descubría que había acertado en mi predicción, era como si la conociera aún más, aún mejor. Pero también me gustaba equivocarme, porque me hacía pensar que aún teníamos la capacidad para sorprendernos después de todos los años que llevábamos juntos. Eso es lo bonito en una pareja: conocerse sin ser capaz de predecir al otro por completo…
Cada vez se hacían más duras las visitas, cada vez había más sorpresas. Supongo que es lo habitual cuando la enfermedad ataca tu cerebro y empiezas a perderte a ti mismo dentro de tu propio cuerpo.
Sus tacones resonaban en el pasillo. Cada vez más cerca, cada vez más lentos, casi con timidez, indecisos… Supe que algo no iba bien. No era su patrón habitual. Normalmente se hubiera acelerado al acercarse, y hubiera oído la sonrisa formándose en su cara, como una niña que corre al encuentro de sus amigas.
No obstante, su rostro seguía siendo el de siempre. Quizá algo más seria de lo normal, pero no hallé en él nada que me diera una pista sobre lo que le ocurría. Entonces pronunció mi nombre, casi como un susurro, como si fuera un secreto que nadie más debía oír. Con ese acento extranjero que hacía que cualquier cosa que dijera pareciera más exótica, más emocionante y que ahora, en los últimos años de nuestra vida, parecía haberse hecho más fuerte. Estaba triste, ahora lo sentía. Estaba claro. Y pálida, por debajo de la fina capa de maquillaje que siempre se echaba.
Incluso su olor había cambiado. No conseguí distinguir siquiera un rastro de su perfume habitual. Otra señal de que algo pasaba, ya que siempre llevaba un frasquito en el bolso. Por cierto… ¿dónde estaba su bolso? Siempre lo llevaba consigo, aunque sólo fuéramos a dar una vuelta por el jardín, o a sentarnos en el comedor. ¿Y por qué se detenía ahora, cuando estaba tan cerca?
Sentí sus pupilas dilatarse con sorpresa, casi con miedo.
Así que es verdad…”
Dio un par de pasos más y me alargó la mano. Su mano, suave a pesar de la edad, con las uñas perfectas, como siempre. Recordé todas las veces que me había reído del cuidado que les prestaba a sus manos.
¿Qué te has hecho?” Había un cierto tono de reproche en la pregunta, mezclado con preocupación. No sabía de qué hablaba. Me sentía perdido en aquel momento. Solía pasar, en el momento en que ella aparecía. Era como si su mera presencia transformara todo mi entorno, como si arrojara una luz que me impidiera ver todo lo demás.
Metió la mano libre en el bolsillo y sacó un espejito. Lentamente, lo abrió y me lo ofreció. Fue como si en ese momento aquel espejo entrañara un gran secreto que yo quería descubrir pero del que tenía miedo. Nunca la había visto mirarme así, casi con pena. Sujetando el espejo con las dos manos, lo elevé hacia mi rostro. No lo entendía. No era un secreto, era un puzzle. Y no quería resolverlo. Cerré los ojos, incapaz de seguir mirando.

viernes, febrero 10, 2012

Escrito en Año Nuevo

Va a hacer un año. Un año increíble por la gran cantidad de cosas que han ocurrido... y las que no.
Un año de aquella decisión que, a la larga, me iba a ahorrar mucho dolor y frustración. Una decisión de la que no me he arrepentido en ningún momento, ni una sola vez. Un año lleno de consecuencias.
En el futuro, me gustaría poder contar a mis hijos (si es que los tengo) una historia maravillosa sobre cómo conocí a su padre, cómo nos enamoramos y cómo empezó todo. Puede que la historia que tenga que contarles ahora no sea tan mágica, no sea una historia de cuento de hadas... pero es una historia que me encanta, y que realmente querría contar. Una historia en la que él, que no era un príncipe, que no tenía caballo y sin ninguna preparación (porque ni siquiera él se lo esperaba) vino al rescate de ella, que se ahogaba en su propia mazmorra pero no quería ser rescatada y, de hecho, se defendió frente a su salvador.
Porque, a fin de cuentas, bien pensado, eso fue lo que ocurrió. Y sé que hay gente que no lo catalogaría de romántico, pero para mí lo es. Y ahora, aunque piense en lo que ocurrió hace casi un año, no me afecta. Escribo sobre las consecuencias (todas buenas, a la larga) y sonrío. Pero no tiene sentido intentar sacar sentimientos negativos de donde no los hay. Y no puedo forzarme a mí misma a sentirme mal. No tiene sentido. Ni me hace falta.
Feliz año para mí =)

jueves, octubre 20, 2011

El tiempo

Resulta curioso ver cómo el tiempo se transforma: rápido cuando sólo quieres que se detenga, lento cuando cuentas los días que faltan hasta que quieras volver a detenerlo.
Y sólo puedo rellenar esos días tratando de hacer que las cuentas sean más pequeñas: tres días para Madrid; después, 4 para Llanes y, luego, 8 para verte otra vez. Y ya no son 21. Se han convertido en 15, en tres números distintos, en otras cuentas que acaban llevándome a ti, a tus brazos, a volver a despertarme a tu lado y quejarme porque ocupas toda la cama.
Entonces, cuando lo pienso así, cuando aún no ha llegado la hora de comer y falta tanto tiempo para que llegues del trabajo, no hay frustración. O hay, pero menos. Será que de día soy más optimista que cuando llega la noche y las cuentas van a disminuir. Será que cuando te tengo a medias te echo más de menos, que los anocheceres contigo pero sin ti se hacen cortos... y que odio esa maldita hora de desfase que hace que me levante cuando ya te has ido y me acueste cuando a ti te queda un rato.

Tú...

El olor de la camiseta empieza a desvanecerse y ya no la abrazo por las noches para poder tener algo de ti cuando estoy más sola. Te echo de menos.
Tú, abrazándome cuando estaba triste o estresada; tú, besándome, alzando mis brazos como si fuera una marioneta y quitándome la camisa; tú, quitándote también la tuya y, finalmente, abrazándome y dándome el calor de tu piel.
Tú, tumbándonos, quitándote las gafas y apoyando mi cabeza sobre tu pecho. Tú... simplemente en silencio, o contándome una historia para que me tranquilice.
Tú, abrazándome mientras duermo, escabuyéndote para ir a cenar y volviendo después a donde mi cuerpo te espera, respetando y guardando tu espacio a mi lado.
Tú... despertándote conmigo. Susurrándome un "good morning, babe" y besándome como desayuno.

martes, septiembre 06, 2011

Cuatro días

De incertidumbre, de miedo, de soledad compartida. De despedidas. Gente a la que no volveré a ver jamás. Lágrimas que sé que derramaré en breve.
Día uno: nervios. Porque el segundo día es la presentación del proyecto y, con él, el fin del máster para mí y la mayoría de mis compañeros.
Día tres: maletas, abrazos. Mucha gente habrá terminado. Algunos se van ya. Gente de todos los rincones del mundo preparándose para partir. Estos son los que no volverás a ver nunca.
Día cuatro: mudanza. Nos vamos de aquí... Aún no sé a dónde. Más despedidas. De las que duelen de verdad. De las de gente con la que lo has compartido todo este año y a la que esperas volver a ver. ¿Pero cómo? Si aún no sabes dónde vas a terminar tú...
Por supuesto que estoy triste. Confusa. Perdida. ¿Qué esperábais?

viernes, julio 15, 2011

Yo soy así

Yo soy así, ¿qué te esperabas? Te lo advertí desde el principio. Y, no obstante, algo en mi interior cambia cuando te acercas. No quiero alejarte, no quieroi que te vayas. Pero no puedo hacerte la promesa que tus ojos me están pidiendo a gritos.

No estés triste, no llores. Sé que puedo superarlo, si estoy a tu lado. Pero dame tiempo, déjame respirar. Déjame crecer y ahonda en mi interior, ayudándome a desentrañar esta maraña de pensamientos y lágrimas.

No puedo sentir nada y no merezco que tú sientas por mí. Por favor, aléjate...

Pero vuelve a buscarme.

viernes, junio 24, 2011

Nueva

Es curioso ver cómo cosas que no te gustaba hacer con una persona te encantan con otra. Cómo lo imposible se vuelve posible cuando alguien nuevo llega y se instala a tu lado, dentro de ti, en tu corazón. Nuevos sentimientos, nuevas formas de sentirlos. Días y noches increíbles descubriendo a dos personas nuevas: tú, después de una mala época que te ha reformado por completo y te hace sorprenderte de tus nuevas capacidades, miedos y alegrías, y él.

Irracionalidades que parecen normales en su compañía. Ver que la impaciencia que antes habitaba en tu cabeza se ha disipado por completo y agradecer que no vuelva y que te deje disfrutar del momento, por una vez. Quizá por primera vez.

Añorar cada poro de su piel en cuanto te separas y saber que eso es lo que quieres: echarle de menos. Añorar las horas pasadas en la cama entre besos, sudor y risas.

lunes, noviembre 15, 2010

Ayer alguien me dijo que se me había iluminado la cara. "¿Qué te pasa, que se te ve tan feliz?" Que estaba hablando de esto. De cuánto me gusta y cuánto lo echo de menos. De lo que siento cuando lo hago a escondidas en un cuaderno, en la oscuridad de mi nueva habitación.

Y releí toda mi historia, desde el último post que puse, hace unos meses, hasta hace varios años, cuando lo inauguré. Y lloré en tantos y tantos momentos... Y reí rememorando otros. Y al final el proceso de curación terminó. Hay veces en las que no me reconozco en lo que escribo, pero aun así echo de menos la persona que fui en algunos puntos. Hay cachitos de mi yo actual que son geniales, igual que los había en mis anteriores yos. Y tanto que recuperar y tanto que perder...

Lo echo tantísimo de menos... Porque no puedo dejar de hablar de ello, de pensar en ello... Pero no consigo que salgan las palabras cuando me siento a escribirlo. Por eso este silencio, puede que largo, pero también merecido.

Ahora mismo mi mente está en paz... Por eso no puedo escribir nada que pueda publicar aquí.