Resulta curioso ver cómo el tiempo se transforma: rápido cuando sólo quieres que se detenga, lento cuando cuentas los días que faltan hasta que quieras volver a detenerlo.
Y sólo puedo rellenar esos días tratando de hacer que las cuentas sean más pequeñas: tres días para Madrid; después, 4 para Llanes y, luego, 8 para verte otra vez. Y ya no son 21. Se han convertido en 15, en tres números distintos, en otras cuentas que acaban llevándome a ti, a tus brazos, a volver a despertarme a tu lado y quejarme porque ocupas toda la cama.
Entonces, cuando lo pienso así, cuando aún no ha llegado la hora de comer y falta tanto tiempo para que llegues del trabajo, no hay frustración. O hay, pero menos. Será que de día soy más optimista que cuando llega la noche y las cuentas van a disminuir. Será que cuando te tengo a medias te echo más de menos, que los anocheceres contigo pero sin ti se hacen cortos... y que odio esa maldita hora de desfase que hace que me levante cuando ya te has ido y me acueste cuando a ti te queda un rato.
jueves, octubre 20, 2011
El tiempo
Maulló
La Chica Gato
a las
9:45
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